jueves, enero 20, 2005

Severo Ochoa: La Emoción de Descubrir

Severo José Gerardo Ochoa de Albornoz, asturiano (Luarca, 24 de septiembre de 1905), pasó sus primeros años en su ciudad natal. Hasta los siete años asistió al colegio de los Maristas de Gijón. Ya en esta época era muy observador, y según ha contado él mismo, podía pasarse horas y horas viendo toda la vida que pululaba por entre las rocas al retirarse las olas del rompiente costero. En 1912, por consejo médico, la familia se trasladó a Málaga a causa de la bronquitis crónica de la madre. Alquilan un piso en la Cortina del Muelle.

Severo fue matriculado en el colegio que tenían los jesuitas en la calle Compañía. Era muy aficionado a la fotografía, a la que dedicaba buena parte de sus ratos de ocio. Él mismo revelaba en su pequeño laboratorio, para admiración de sus compañeros.

Y en cuanto al colegio, estudiaba con verdadero gusto, sobre todo Matemáticas. Y también leía novelas de aventuras propias de la edad: Conan Doyle, Julio Verne, Salgari, etc.

Al pasar al Instituto Vicente Espinel, en la calle Gaona, se aficiona a las Ciencias Naturales, en parte por la influencia de su profesor de Química, Eduardo García Rodeja.

Tras contraer Severo una afección pulmonar, su madre alquiló una casa en el barrio residencial de El Limonar, entonces en las afueras de Málaga. Allí aprovechaba el tiempo libre montando en bicicleta por el barrio o el campo. El verano lo pasaba la familia en Asturias.Al terminar el bachillerato dudó entre estudiar Ingeniería Industrial o Medicina. Optó por esta última como camino hacia la Biología. Además de las asignaturas propias de los cursos, Severo estudió francés con una profesora particular en Málaga, e inglés con otra durante las estancias de Luarca.

Al comenzar la carrera de Medicina en la Universidad de Madrid, a Ochoa le habría gustado asistir a las clases de Histología de Ramón y Cajal, pero éste se había jubilado el año anterior. Ya había leído la autobiografía de Cajal y las "Reglas y consejos sobre investigación científica" que le influyeron decisivamente. En estos años no se aleja de actividades culturales; lee a los escritores del 98 y asiste a conciertos en Madrid. En la carrera se decanta por la Fisiología y destaca entre los alumnos de Negrín.

Además de estudiar, da clases a compañeros, investiga en el laboratorio de la Junta para la ampliación de estudios, y posteriormente en el laboratorio de la Residencia de Estudiantes, en la que fue admitido.

En 1927, junto al profesor auxiliar de Fisiología de su Facultad, escribe "Elementos de Bioquímica", que es el primer texto español que se escribe sobre esta ciencia.

Matriculándose libre consigue hacer dos años en uno y terminar la carrera un año antes de lo que le correspondía. Y con un expediente brillante (matrículas de honor, sobresalientes...), aunque hay algunos detalles que pueden producir perplejidad: en Biología, sólo aprobado. Y... dos suspensos: en Oftalmología y en Pediatría, explicables por lo alejadas ambas materias de sus intereses.

Escribe a Otto Meyerhoff y va a trabajar a su laboratorio a Alemania. Meyerhoff recibió el Premio Nobel a los 38 años por sus trabajos sobre la química de la contracción muscular. Con él se comunica en inglés mientras consigue aprender un buen nivel de alemán. Ochoa descubre que los músculos desprovistos de glucógeno siguen contrayéndose a partir de otra fuente de energía.

En Madrid presenta su tesis doctoral que trata sobre el papel de las glándulas adrenales en la contracción muscular.

Tras su trabajo en Alemania e Inglaterra, en 1940 parte hacia América al ser aceptado en el laboratorio de Carl Cori, entonces el bioquímico más prestigioso de Estados Unidos. Trabaja en la Universidad de Washington, en San Luis. Carmen, su esposa, lo anima y va con una beca a Nueva York, donde por primera vez tiene un trabajo independiente. En Nueva York desarrolla Ochoa lo principal de su trabajo. Por primera vez sintetiza ácido ribonucleico en el laboratorio, fuera de una célula. Para esta síntesis utiliza la enzima polinucleótido fosforilasa. Por este trabajo le conceden en 1959 el Premio Nobel.

El día 16 de octubre de 1959, cuando se encontraba en su Departamento de la Universidad de Nueva York, recibió el telegrama del rector del Instituto Karolinska, notificándole la concesión del Premio. En seguida sale en su coche hacia su casa para darle la noticia a Carmen. La policía de tráfico detiene el coche y Ochoa se disculpa ante el agente diciéndole que se encuentra nervioso. El policía le preguna por la causa, y el le dice que se acaba de saber que le han concedido el Premio Nobel. Le dejan vía libre.

Tras la concesión del Premio da comienzo una serie copiosa de celebraciones y homenajes que rebasan este espacio. Pero entre todas las satisfacciones que rodearon a Ochoa en esos días, para él como buen melómano, contaron las interpretaciones musicales a que tuvo acceso: Cuando sube al estrado a ocupar su puesto, la orquesta interpreta un fragmento de la Carelia, de Sibelius. Posteriormente, durante la cena, la orquesta que dirige Karl Nikelhim, le dedica el Tango, de Albéniz. El coro de la Asociación de Estudiantes de Estocolmo, pone la nota alegre con sus canciones. Y anteriormente, en una sala de conciertos, el pianista español Gonzalo Soriano tocó en su honor Asturias, de la Suite Española, de Albéniz.

En la cena de gala, Ochoa se sienta junto a la Princesa Margarita quien le pregunta amablemente sobre algunos aspectos de la ciencia. Conversan en inglés. Cerca de la princesa el Nobel de Literatura Salvatore Quasimodo dice bromista: "¡Il profesore Ochoa ha innamorato a la Principessa!", lo que causa la risa de Margarita y los circundantes.

Entre los diversos actos que siguen a la entrega de premios, los galardonados deben dar una conferencia sobre sus trabajos. La de Ochoa versó sobre la "Síntesis enzimática del ácido ribonucleico".

Los trabajos del profesor Ochoa abrieron las puertas al desciframiento del código genético. Él inició el camino para conseguirlo e incluso estuvo propuesto en la Fundación Nobel para recibir por segunda vez el Premio Nobel.

Severo Ochoa falleció el 1 de noviembre de 1993.